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jueves, 25 de marzo de 2010

COMPARTIMOS UN TESTIMONIO DE UNA ORGANIZACIÓN AMIGA EN HAITÍ.



Por Sagnol Lucas, Coordinador de Compromiso Cristiano de Visión Mundial Haití

El 12 de enero fue, para el pueblo haitiano, la experiencia más trágica y amarga de toda su existencia. En efecto, en su historia como pueblo, los haitianos hemos tenido momentos difíciles, ya sea en la época del colonialismo, seguida de la independencia en enero de 1802; ya sea en las luchas políticas que contribuyeron al fracaso de gobiernos, crímenes y asesinatos; ya sea por causa de desastres naturales como el de 1842 que provocó la destrucción de la ciudad Cap-Haitien (al Norte del país), la inundación de la ciudad de Gonaives en el 2004 que tuvo más de 5000 víctimas, por citar algunos. Ningún acontecimiento ha causado más daños y pérdidas en términos de vidas humanas que el terremoto del 12 de enero del 2010, provocando la muerte de más de 250.000 personales, 200.000 heridos y más de 1'000.000 de damnificados, sin tomar en cuenta los daños de infraestructura en los ministerios públicos -incluyendo el Palacio Nacional-, instituciones educativas, negocios, hospitales, residencias, entre otros, que fueron destruidos en un espacio de 37 a 40 segundos.

Muchas personas y familias que trabajaron durante muchos años para construir su vida y sus bienes, vieron ver sus sueños destruidos en cuestión de un minuto. Hoy por hoy, se encuentran en estado de "cero". ¡Qué situación más traumática! Muchas familias perdieron esposos y esposas; niños y niñas quedaron abandonados y en situación de mayor vulnerabilidad; muchas personas fueron amputadas -uno o dos pies, uno o dos brazos, un ojo- o tienen órganos internos obstaculizados. Nuestro pueblo haitiano está viviendo aún una situación de desolación.

En casi todas las provincias existe un éxodo general, de manera especial en el departamento de Plateau Central, que ha sido identificada por expertos como la región menos vulnerable y apropiada para vivir. Es, en realidad, un momento complejo y difícil, a pesar de la gran y valiosa ayuda de los países amigos. Es una situación que nos llama a la solidaridad que viene de afuera, pero también -y especialmente- a la que proviene del mismo pueblo haitiano. Solamente así podremos volver a ver la luz en medio de esta oscuridad.

Actualmente, en diversos puntos de Puerto Príncipe, miles de familias viven en tiendas fabricadas con telas o plásticos. La gran mayoría de personas hace fila para recibir alimentos, agua y ropa. provenientes de organizaciones e instituciones nacionales y extranjeras. En las provincias se ha experimentado escasez debido al número de desplazados, quienes han buscado refugio entre sus familiares y amigos. Las familias en las provincias están viviendo también las consecuencias de esta catástrofe, pues carecen de los recursos necesarios para albergar a su gente querida durante mucho tiempo. A esto se añade la llegada inminente de la estación lluviosa.

Ante este panorama, algunas preguntas que vienen a mi mente:

¿Cómo las personas van a lograr organizarse para cultivar semillas?

¿Cómo retomar las clases cuando no existen establecimientos suficientes para dar abasto a toda la población estudiantil?

Niños y niñas ya no han encontrado cupo en escuelas y colegios; jóvenes universitarios han tenido que parar sus estudios porque ya no existen universidades en sus localidades. ¿Qué hacer frente a estas situaciones?

Es en todos estos "muros" en lo que pensamos en estos momentos. Estamos convencidos de que Dios, en su misericordia, puede suscitar oportunidades favorables para nuestro pueblo en este momento tan particular que estamos viviendo. Les animamos a seguir orando por Haití, por la restauración de cada persona, por la restauración social y comunitaria.

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